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REFLEXIONES TRAS LA VISITA PAPAL
Bastaron cuatro días de visita pastoral en Chile para que el sumo Pontífice abriera espacios para la oración, el debate y el perdón. En una breve reflexión entregamos aquí los hitos que marcaron su agenda.

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/ 4 abril 2018

A casi dos meses de la visita a Chile del Papa Francisco, su estela invita a revisitar el trasfondo de su presencia al interior de una sociedad que cambió ostensiblemente, en especial, desde que el Papa Juan Pablo Segundo besara suelo chileno hace más de treinta años.

Francisco se encontró con un país austral, pero atento a esclarecer hechos punibles, con un clamor popular que exige respecto y proactividad por  los temas como la inclusión, género y multiculturalidad, pero que también, busca instancias de diálogo sobre los desafíos que tenemos por delante dentro de un  contexto globalizado: la migración como un derecho, el cuidado del medio ambiente, el reconocimiento de los pueblos originarios e instalar en el debate materias como la superación de la pobreza y la desigualdad social.

Tras la experiencia de una segunda visita papal, Chile demostró que se trata de una experiencia que transciende lo estrictamente religioso, ya que instala temas en la agenda púbica, muchos de los cuales, lograron inspirar reflexión y debate al  interior de miles de aulas, denotando también que se trata de un hito que logra transcender de lo  individual y a lo colectivo.

Aunque una visita papal no es viable evaluarla en toda su dimensión en el corto plazo, si permite avizorar que todos, incluyendo el propio Vaticano, cosecha buenos frutos en el mediano y largo plazo, porque los contenidos y aportes de una visita se develan de forma progresiva en el tiempo y en las más diversas instancias. Por lo pronto, podemos tener ciertos aprontes que ayudarán en este proceso: una evaluación a nivel de personas y a nivel de sociedad, donde quienes lideran los cambios al interior de la institucionalidad eclesiástica en Chile están llamadas a seguir construyendo futuro para promover el perdón, la paz y la unidad.

Las palabras del Papa Francisco lograron tocar la fibra sensible de todos quienes residen en Chile,  más allá de si somos creyentes o no, porque detrás de cada  mensaje, había una exhortación a poner al “otro” en el centro de nuestro actuar,  con miras a dejar el individualismo recordando que hay otras personas a nuestro alrededor, con sus diferencias y con sus debilidades, pero que claman un minuto de atención para ir en su ayuda.

 

Sobre libertades y dignidades

Como sociedad, la visita del Papa sirvió para mirarnos como país y recordar aquellos desafíos que a veces van quedando en el tintero: la realidad de las cárceles, la búsqueda de la paz, la necesidad de acordarnos de los enfermos, de aquellos con capacidades diferentes, y quizás lo más significativo, pedir perdón desde la curia por los casos de abusos sexuales a menores. Temas sensibles y transcendentes para las sociedades, en pro de sanar y priorizar lo realmente importante: hablar con verdad y humildad.

Por eso cobra sentido ahora repasar la frase de Francisco en la cárcel al referirse que “ser privado de la libertad” no es lo mismo que “estar privado de la dignidad” ya que se aplica a todas las realidades de dolor, sufrimiento o carencia. En consecuencia, no podemos pasar por encima de la dignidad de las personas, ni menos desmerecerla. Ahí reposa un elocuente llamado universal.

El propio Papa, se da cuenta que la Iglesia chilena debe trabajar sus propios temas internos, para lograr recuperar la confianza de muchos chilenos que se han alejado. Esta evaluación es una historia que recién se está escribiendo, y si bien, nos dejará legados importantes, también deja las puertas abiertas para enfrentar nuevos desafíos y asumir tareas pendientes.

 

 

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