No existe una receta para respetar ni para “tratar bien”, pero sí la posibilidad de entrenar las propias habilidades psicológicas, sociales y pedagógicas del siglo XXI de manera concreta, especialmente, para conectarse mejor con los demás y saber cómo acentuar la identidad y desarrollar la creatividad y autoestima de los otros, sin descuidar la propia salud y gestionando de forma positiva las propias emociones. No es una obviedad. Y precisamente porque no lo es, en cualquier sistema humano hay que revisar permanentemente qué entendemos por buen trato y cómo podemos cultivarlo. Para “tratar bien” hay que considerar el punto de vista del receptor de nuestras acciones desde una perspectiva prosocial, y esa lectura fina Editorial Santillana la decodificó al impulsar en sus proyectos educativos experiencias de acompañamiento y formación centrada en el respeto al otro. Por eso trajo a Chile el Programa KIVA, una efectiva metodología desarrollada en Finlandia que permite reducir el maltrato en contextos escolares para aplacar el temido bullying al interior de los colegios de Santiago y regiones.
En un contexto de sociedades que se cuidan, estimular la prosocialidad se torna vital para cualquier sistema humano. Es un concepto surgido de la psicología como un antónimo de “antisocial”. Estudia y demuestra los beneficios que tienen para todas las personas, grupos, sociedades las acciones de ayuda, solidaridad, del dar y compartir.
Frente al desafío de la sostenibilidad al que se ven enfrentadas las organizaciones hoy en día, los comportamientos prosociales fomentan la construcción de tejidos sanos y positivos y culturas organizacionales basadas en el buen trato y la confianza.
Un clima prosocial en el trabajo reduce el estrés laboral y previene el burnout; mejora la capacidad de aprendizaje de una organización para gestionar mejor los errores humanos y reduce la violencia. Las organizaciones inteligentes son aquellas que aumentan la calidad y cantidad de sus comportamientos sociales permanentemente, con el consecuente resultado: más satisfacción laboral, más motivación, más identificación con la empresa, menos soledad en la toma de decisiones y mejor gestión de los errores. Así, cultivar el liderazgo positivo con herramientas como KIVA es una respuesta innovadora y de cambio de paradigma, que responde a las nuevas demandas que exigen todos quienes integran las comunidades educativas.